Este material es de carácter educativo e informativo únicamente, no sustituye ni reemplaza la consulta médica, y en ningún caso deberá tomarse como consejo, tratamiento o indicación médica. Ante cualquier duda deberá consultar siempre con su médico tratante.
Cuando se está atravesando un tratamiento oncológico, no sólo es esperable sentir diferentes emociones sino también preguntarse cuál es la mejor actitud para hacerle frente a este momento tan particular en la vida. ¿Cómo reaccionar y encarar esta situación? ¿Qué puede hacerle bien al organismo? Todas estas inquietudes son válidas y suelen aparecer.1
Lo cierto es que no existe una fórmula para responder de un único modo en estos contextos. Tampoco hay una sola manera de interpretar los sentimientos y, mucho menos, de actuar frente al diagnóstico de cáncer. De hecho ¿cuántas veces sucede que, por ejemplo, en un momento una experiencia genera placer y en otro momento, aburrimiento? Esto es porque las emociones y sentimientos pueden variar a lo largo del tiempo y más aún, ser diferentes para cada uno. Por eso, es importante entender que las comparaciones con otros no sirven, que todos somos personas distintas y que cada camino es único.1
¿Saber o no saber?
Tener conocimiento sobre la enfermedad y su tratamiento o enterarse lo menos posible son dos alternativas que se presentan con frecuencia cuando el paciente recibe el diagnóstico de cáncer. ¿Qué conviene? Ambas posturas son legítimas.1
Algunas personas necesitan saber todo acerca del tipo de cáncer, cómo se trata, qué síntomas esperar. Tener información es una manera de contar con cierto control sobre lo que sucede y eso les da tranquilidad. Sin embargo, otras personas prefieren saber lo menos posible y así transitar su propia experiencia.1
En síntesis, la mejor manera de transitar el cáncer es sencillamente la que le haga sentir mejor a quien lo está viviendo. ¡Y siempre hay cosas por hacer para sentirse un poco mejor!1
Lo mismo sucede al momento de comenzar el tratamiento. Algunos se sienten más cómodos llevándolo adelante solos, sin acompañamiento de familiares o amigos. En general, estas personas sienten que son una suerte de “carga” para sus seres queridos y prefieren manejarse sin pedir ayuda. Este tipo de reacción es muy común y hay que respetarla, aún sabiendo que esta actitud puede generar mucha angustia al no tener un espacio de descarga y escucha.1
Por el contrario, otras personas necesitan compartir todo lo que les pasa. Son más abiertas y se apoyan en sus familiares a lo largo del proceso. Nuevamente, ninguna de las dos posturas es mejor ni peor. Cada uno transita la enfermedad como le sale, como puede y como se sienta más cómodo.1
“Se hace camino al andar”
Así lo dijo el cantautor catalán, Joan Manuel Serrat, y no se equivocaba; el recorrido es el de cada uno y es personal. Nadie más que uno va a transitarlo. Por eso, está bien que un día no se tengan ganas de salir de la cama y que la tristeza nos invada. Ya vendrá el buen ánimo otro día. Y también habrá momentos más positivos de ir para adelante. Sentir miedo y angustia puede ocurrir. Como vemos, las emociones son cambiantes ¡y eso es esperable! Lo importante es respetarse a uno mismo, escuchar lo que el cuerpo pide y darle lugar a esos sentimientos que son válidos.1
Rodearse de aquellas personas con las que uno se siente uno mismo es recomendable. Sin embargo, también puede ayudar mucho compartir la experiencia - no necesariamente con la familia - pero sí con algún grupo, organizaciones de pacientes o fundaciones. Empatizar con situaciones similares es reconfortante y hace las cosas un poco más fáciles.1
La Fundación “Donde Quiero Estar” tiene un proyecto para recorrer esta enfermedad con información confiable y de calidad. Te invitamos a visitar su sitio en este enlace: