Este material es de carácter educativo e informativo únicamente, no sustituye ni reemplaza la consulta médica, y en ningún caso deberá tomarse como consejo, tratamiento o indicación médica. Ante cualquier duda deberá consultar siempre con su médico tratante.
En general, resulta mucho más frecuente en los niños, afectando a más del 10% de ellos. Sin embargo, puede desarrollarse en cualquier etapa de la vida.1,2 La DA compromete la calidad de vida de los pacientes que la padecen, así como también a sus familias. En las últimas décadas se ha observado una frecuencia aumentada de esta enfermedad.2
¿Cuál es su causa?
Es una enfermedad multifactorial, en la que interactúan diversos aspectos: genéticos, inmunológicos, alérgicos, metabólicos, infecciosos y neuroendocrinos, así como también en relación con el medio ambiente, dando lugar a las distintas manifestaciones clínicas que la caracterizan.2
En estos pacientes existe un mal funcionamiento de la barrera cutánea sumada a diversas alteraciones del sistema inmunológico. El antecedente personal o familiar de atopía (asma, rinitis alérgica o dermatitis atópica) es un criterio de mucho valor al momento de realizar el diagnóstico de dermatitis atópica.2,4
¿Cuáles son sus síntomas?
Los síntomas más característicos de la DA son la sequedad de la piel y el prurito (picazón). Este último síntoma es tan intenso en algunos casos que puede llegar a afectar la calidad del sueño, no solo del paciente sino también de sus familiares. A su vez, puede traer como consecuencia alteraciones en la conducta e irritabilidad durante el día, debidas al mal descanso nocturno.2,4
En el examen físico, los signos clásicos son el enrojecimiento de la piel y las lesiones pápulo-vesiculosas, combinadas o no con lesiones por rascado, cambios en la coloración (pigmentación) o en el grosor de la piel.2
Tal como se mencionó previamente, la DA es una enfermedad crónica y recurrente. Esto significa que los pacientes que la padecen pueden alternar períodos asintomáticos entre los brotes agudos de la enfermedad.2,4
Las lesiones en la piel pueden ser agudas, subagudas o crónicas. Estas últimas se caracterizan por un engrosamiento y aumento del cuadriculado de la piel (liquenificación), junto con cambios en la coloración de ésta. En algunos pacientes podemos observar lesiones en distintos estadios de evolución.2
La ubicación de las lesiones puede variar según la edad de los pacientes. En los lactantes, las zonas más afectadas son las mejillas, cuello, zonas de extensión de brazos y piernas. En los niños más grandes, hasta los adolescentes, se observa más frecuentemente en las zonas de flexión, como pliegues de codos y rodillas. En cambio, en los adultos es más frecuente en la nuca, las manos y los pies.1,2
Existen criterios de gran importancia que, junto con otros signos y síntomas, ayudan al médico a llegar al diagnóstico de esta enfermedad. Estos son:2,4
• Prurito
• Distribución característica de las lesiones
• Antecedentes personales o historia familiar de atopía (eccema, rinitis alérgica, asma)
• Dermatitis de curso crónico con exacerbaciones (brotes agudos) y remisiones
Las lesiones de la piel pueden infectarse por distintos gérmenes durante el transcurso de esta enfermedad.2,4
¿Cuál es su tratamiento?
El tratamiento de la DA es muy desafiante, ya que no solo se enfoca en controlar los brotes agudos, sino también en prevenir las recurrencias. Para ello, la educación del paciente y de sus padres/cuidadores es un punto fundamental para el manejo correcto de esta patología.2,4
El tratamiento de los brotes agudos requiere el uso de medicamentos tópicos que desinflamen rápidamente las lesiones. El médico de cabecera elegirá cuál es el apropiado para cada caso, dependiendo de la edad del paciente, la ubicación y la extensión de la zona a tratar.2,4
Los emolientes son la base del tratamiento de mantenimiento, ya que actúan mejorando la función de la barrera cutánea. Por esta razón, se aconseja su uso una a tres veces en el día sobre la piel sana y evitar su aplicación en áreas inflamadas.2
Algunas medidas que pueden ayudar con la prevención son:3
- Humectar la piel, al menos dos veces al día, con la crema/ungüento/loción indicada por el médico.
- Tratar de identificar y evitar aquellos “factores desencadenantes”, como ciertos alimentos, jabones, etc.
- Tomar baños o duchas cortas (no más de 10-15 minutos), con agua tibia.
- Usar jabones suaves.
- Secar con cuidado la piel.
- Evitar el uso de perfumes, espuma de baño y toallas de limpieza perfumadas o con antisépticos.2
- Usar ropa suelta, de colores claros y telas suaves que permitan absorber el sudor.2
Según su severidad, podemos clasificar a la DA en leve, moderada o grave. Esta clasificación se alineará con el esquema terapéutico elegido por el médico tratante.2,4
Actualmente, el 84% de los niños tienen formas leves de DA y sólo el 2 % formas graves de la enfermedad. En el caso de los pacientes mayores, estas proporciones cambian ya que los porcentajes de las formas moderadas y graves se incrementan con la edad.4
En lo que respecta al tratamiento farmacológico, existen distintas opciones. Algunas son de uso tópico y otras sistémicas. Será el médico especialista quien elegirá la opción o las opciones correctas para cada paciente.
Como conclusión, conocer las características de esta patología es fundamental para poder tomar acción ante una situación que así lo requiera. Ante cualquier duda o síntoma que genere sospechas, recuerde consultar con su médico tratante.